No queremos irnos de vacaciones sin antes dejaros en el buzón algo más de música para refrescar mentes, ambientar piscinas, amenizar tardeos o simplemente disfrutar, que es de lo que se trata. Os proponemos diez discos que nos parecen más que adecuados para el verano. Cinco novedades, dentro de lo que está trayendo un año especialmente extraño pero muy nutrido en calidad discográfica, y cinco clásicos (algunos oscuridades) que también reúnen todas las cualidades para trasladarnos con facilidad a nuestras praderas celestiales. Y no sólo eso: además novelas, cómics, series, pelis, playlist… Ahí es na!
Para escuchar cada disco simplemente clicar en la portada de cada uno.
La por aquél entonces reina absoluta de la canción popular brasileña, Elis Regina, dueña de una voz portentosa capaz de obrar maravillas con cualquier género musical que se le pusiera delante, en este su octavo disco de estudio decidió dejarse influir por los nuevos vientos que soplaban en su país a través de una serie de jóvenes que empezaban a imprimir en la tradición las nuevas olas que venían del otro lado del océano, british invasion mediante. En Em Pleno Verâo hay composiciones, por tanto, de Caetano Veloso, Jorge Ben, Erasmo y Roberto Carlos o Girlberto Gil y ella las lleva a otra dimensión con esa estratosférica cualidad que tenía para hacer suya cualquier composición. Ambrosías tan sugerentes como la psicodélica “Verâo vermelho”, “As curvas da estrada do santos”, “Comunicaçao” o ese “These are the songs” en que hacía acto de presencia su inmenso compositor Tim Maia, quedan como clásicos absolutos del repertorio de esta artista inimitable.
Cualquier disco que se inicie con una barbaridad como “Paprika” ya merece toda nuestra atención, pero es que el tercer disco de la cantautora, escritora y directora coreano-americana, es de todo menos un trabajo de una sola canción. Michelle Zauner, alias Japanese Breakfast, ha dado un salto de gigante desde las tonalidades más calificables como indie-rock, centradas en texturas volátiles y guitarras shoegazer, hacia un destino mucho más pop, que no teme en absoluto las comparaciones con grandes actos de los ochenta ni a la frivolidad de lo comercial, puesto que cuenta con inmensas canciones para construirse un argumentario. De esta manera, el listado de temas se antoja incontestable a alguien que tenga espíritu disfrutón y la apertura de orejas que otorga haber escuchado la suficiente buena música en esta vida. Nadie que se sitúe en esos parámetros puede resistirse a melodías tan perfectamente cinceladas como la de la preciosa “Kokomo, IN”, la bailable hasta la extenuación “Be sweet” o la más pop-rock “Savage good boy”. Es un disco que, tal como ha dicho su autora, va sobre el disfrute y eso es, precisamente, lo que proporciona. Háganme caso: quédense a vivir un poco en él este verano y andarán por la senda correcta.
Gabor Szabo era un excepcional guitarrista nacido en Budapest que como consecuencia de la revolución húngara de 1956 tuvo que emigrar a California. Allí asistió a la Berkeley Academy Of Music y comenzó a trazar una carrera como músico de jazz que le llevó a colaborar con gigantes como Chico Hamilton, Ron Carter o Gary McFarland. Precisamente con este último y con Cal Tjader fletó el sello Skye Records, en el que comenzó a editar sus discos más míticos, de los cuales este Dreams es el tercero y quizá el más conocido. Con una preciosa portada -que gana mucho en vinilo- a cargo del ilustrador inglés John Austen, este trabajo, grabado entre California y New York con un plantel de músico apabullante, aúna el folklore europeo, el jazz tradicional y el pop psicodélico de su época en un cóctel extremadamente embriagador, que alcanza con canciones propias como “Galatea’s dance”, composiciones de su colega McFarland (la maravillosa “Half the day is night”), recreaciones del maestro Manuel de Falla o del mismísimo Donovan Leich (“Ferris wheel”) una extraña excelencia que lo hace uno de esos discos peculiares que cuando se le cruzan a uno por la vida no los quiere soltar ni a tiros.
Últimamente parece que contar la génesis que ha llevado a la producción de un disco sea necesario para entenderlo o para que te guste. Yo no lo veo así, pero desde luego, en este caso, es una historia que merece la pena contarse: cinco años “in the making” desde aquél Torres Blancas, primer trabajo en castellano de Guillermo Farré, dueño y señor del proyecto Wild Honey, han dado para mucho. En primer lugar, la vida: dos hijos en dos años. Dejarlo todo, incluso la música. Y retomar el tema descubriendo retazos de canción que uno ha ido dejando, como migas de pan para marcar el camino, en las notas de voz del móvil. Eso y la ayuda de buenos y talentosos amigos (Remate, Shawn Lee, Ali Chant) ha posibilitado que -pandemia mundial mediante- Ruinas Futuras sea hoy una refrescante realidad. Como siempre, el pop de corte clásico está ahí, pero se ha tornado todo en mucho más personal, más bello y adecuado a la situación vital de su autor, que se vuelca en unas canciones burbujeantes, minuciosamente ensambladas y adornadas para funcionar con inmediatez y solidez. Difícil no quedar ensimismado ante la luminosidad y candor que desprenden diamantes como “Me dijeron que ya no vives aquí” o esa preciosidad titulada “Mi prima Adriana”, que hermana a Gainsbourg, Brian Wilson y las Vainica. Referencias altísimas, en efecto, que además pueden predicarse junto a otras muchas en relación a todo este magnífico trabajo.
No se dejen engañar por la desconcertante portada, a todas luces horripilante. Barbara Mason es un valor a tener muy en cuenta en el mundo del soul. Una mujer brillante que escribía sus propias canciones y tenía una voz realmente personal. Transition fue su sexto disco. Tercero para la discográfica Buddah Records, que había publicado con ella ya dos discos de éxito, Give Me Your Love y el más famoso aún Lady Love, ambos con lo más granado de los músicos que daban forma al sonido del soul de Philadelphia, ciudad natal de Barbara. Para este Transition, ella misma escribió ocho de las nueve canciones, con letras fuertemente influenciadas por gente como Marvin Gaye o Curtis Mayfield y, por tanto, con un mensaje social sin pelos en la lengua. Grabado de nuevo en los estudios Sigma Sound junto a los músicos del Philly Soul, el álbum no gozó del éxito de sus predecesores, pero si somos justos es el más sólido de todos ellos, con una colección de canciones soberbia y perfectamente ejecutada tanto por la cantante como por los músicos que fabrican un sonido que se eleva a las alturas con dianas tan impresionantes como “Half sister, half brother”, “The devil is busy” o la luminosa “Miracle man”.
Jess Sylvester creció en la bahía de San Francisco, pero ahora se traslada a Los Ángeles. De eso trata, precisamente, su segundo disco largo como Marinero -apelativo que homenajea a su padre, marino de profesión-, de su despedida de la ciudad que le vio nacer y crecer como cruce de dos culturas, la anglosajona de su padre y la mexicana de su madre. Lo latino, por tanto, está fuertemente ligado al sonido de este Hella Love, que juega con la cumbia, la bossa nova o el bolero, salpicándolos de psicodelia, música disco o barroquismo. Pero lo más importante, es que al escuchar sus canciones, algunas de ellas en castellano, uno tiene una sensación de tremendo bienestar. Algo así como un efecto balsámico le inunda a uno cuando suenan golosinas como el fantástico single “Nuestra victoria”, la vaporosa “Outerlands”, el sonido yacht que propone la titular, la perfecta samba que propone “Maritime” o ese final de pista de baile que es “Frisco ball”, que completa este homenaje a su ciudad y uno de los, sin duda, discos que van a sonar incansablemente en mi casa este verano.
Si hay un nombre femenino que resalta en la música jamaicana es el de Marcia Griffiths. Famosos son sus duetos con Bob Andy, pero lo que es realmente imbatible es este disco que la vio debutar como solista justo cuando el reggae estaba ya en la cresta de la ola. Ella iba más de soul y por tanto deberíamos encuadrarla más en el mundo del rocksteady. De hecho, aquí sucede algo muy común en ese subgénero: gran parte de las canciones son versiones de éxitos de soul americano. Tenemos, por supuesto, la correspondiente lectura del “Gipsy woman” de Curtis Mayfield, convenientemente retitulada aquí “Gipsy man”, la poderosísima versión del “The first time ever I saw your face” de Roberta Flack o la sensual lectura del “Here I am (come and take me)” de Al Green, pero la que sin duda resalta del lote es la canción que abre el disco y que significó su primer éxito. “Sweet bitter love” es un clásico por derecho propio de la mítica Trojan Records, el sello para el que ella grababa y en general, todo este disco es de esencial escucha para todo aquél que tenga algo de interés en la música que Bob Marley se encargó de popularizar. Y es que hay mucho, mucho, más allá de él.
Nadie debería perderse este disco. Está siendo saludado por gran parte de la prensa internacional como uno de los mejores de pop-rock este año. Y no es en balde. El también actor Matt Berry (que da vida al entrañable vampiro Laszlo Cravensworth en la imprescindible Lo Que Hacemos En Las Sombras) lleva años regalándonos, a través del sello Acid-Jazz, una serie de grabaciones excepcionales que sólo un melómano de gran talento como él podría hacer. Podría decirse que The Blue Elephant es la suma de todas ellas. Así como los discos anteriores iban siempre orientados hacia un determinado concepto musical, esta especie de odisea colorista de psicodelia pop que aquí propone el bueno de Matt ensambla todas las influencias que tiene desperdigadas por su colección de vinilo en un ciclo de quince canciones a cada cual más imaginativa e infecciosa. Las guitarras tintineantes a mayor gloria de los Byrds del single “Summer sun” anuncian una grandeza que no para de asomar la pata por todas y cada una de sus compañeras en un listado que no deja prácticamente fisuras y vuelve a confirmar a su autor como un compositor de primer orden. Si esto hubiera salido en el 68 hablaríamos de obra maestra.
No podía faltar todo un clásico, que confieso que viene a ser mi disco “oficial” del verano desde hace tiempo. La tan habitual ahora fusión entre jazz y hip-hop tiene probablemente su origen en esta maravilla aparecida a principios de los años noventa. US3 fue un proyecto urdido por dos productores británicos, Geoff Wilkinson y Mel Simpson, que comenzaron a fusionar bases de viejos discos de jazz y soul con cosas de su cosecha y gente rapeando por encima. A base de eso, llamaron la atención nada menos que del mítico sello Blue Note y el resultado fue este disco. The Hand On The Torch cuenta con la colaboración de los MC’s Rahsaan Kelly, Kobie Powell y Tukka Yoot en un conjunto de canciones sencillamente apabullante, todo singles potenciales, que obviamente supuso un éxito sin precedentes. Fue el primer disco de Blue Note, de hecho, en vender más de un millón de copias en EEUU y estaba lleno de bombazos para la pista de baile, empezando por ese “Cantaloop” que usaba un sampler de Herbie Hancock o “Tukka Yoot’s riddim”, que hacía lo propio con el “Sookie Sookie” de Grant Green, ambas tremendos hits. Pero no estaban solas, el álbum es un auténtico prodigio, un sinfín de sensaciones placenteras, capaz de hacer bailar o ambientar. Buen rollo aseguradísimo.
Mi disco de este verano, sin discusión. Novelista, artista audiovisual y por supuesto, músico y compositor, el americano Jeb Joy Nichols hace ya unos años que estableció su base de operaciones en una granja en los bosques de Gales. En el Reino Unido ha ido derivando desde el sonido eminentemente americano que le dictaba su herencia sureña, hacia otro no menos enraizado en ello, pero de vertiente negra. A través de ello, en este su, nada menos, álbum número doce, intenta alcanzar ese placentero estado mental que sólo determinados momentos del verano nos pueden otorgar. Es una sensación parecida a esa que siente uno cuando instagramea una foto de sus pies en la playa siempre con la sentencia “sufriendo” acompañándola. Ese estado de relajación que todos merecemos tras un año duro. Un puto año pandémico lleno de zancadillas que ni siquiera ahora nos da tregua, pero bueno es intentar ausentarse de ello a través de determinados artefactos que funcionan a modo de trankimazin. Tómense este disco de Jeb Loy como eso, una píldora capaz de retirarles a praderas celestiales llenas de sol, arena, cerveza helada y amor sincero. Todo eso es lo que ha capturado en estas canciones sencillas, plácidas, con sutiles secciones de viento que adornan perfectas viñetas de felicidad tan rotundas como esa maravilla titulada “I just can’t stop”, que uno quisiera que sonara forever and ever en su cabeza.
Y, como decía Super Ratón, no se vayan todavía, que aún hay más!
La ópera prima del onteniense Alejandro Salvador nos presenta la hilarante y adictiva historia de Héctor, uno de esos “amantes del amor” a los cuales interesa no tanto el sexo o el amor en sí, como la conquista, el ensimismamiento y posterior cortejo hacia el ser deseado. Todo eso, la historia de sus conquistas, nos va ofreciendo las piezas del complejo puzle que es Héctor, que acaba reflejándose a través de ellas. Una novela ligera, refrescante, pero no carente de enjundia.
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The Durrells es la historia de cómo una familia inglesa procedente de la gris Bournemouth, tras la muerte del padre, decide emigrar con una mano delante y otra detrás a la helénica isla de Corfú. Un pequeño paraíso lleno de personajes de la más diversa índole que les ayuda a reiniciar su vida desde perspectivas jamás imaginadas. Asistimos a los amores, desventuras y crecimiento de un grupo de personas que no es otro que la familia del famoso escritor Gerald Durrell, el benjamín, el pequeño “Jerry”, el cual puso negro sobre blanco toda esta historia a través de tres novelas que conforman la famosa trilogía de Corfú. De todas ellas Mi Familia Y Otros Animales es la primera y en la que más se basa la serie. Una novela llena de humor y ternura totalmente ideal para degustar en verano.
Tras acompañar en su primera gira mundial, tras varios años de éxitos, al dúo formado por Chris Lowe y Neil Tennant, el periodista Chris Heath trazó un retrato preciso de lo que eran Pet Shop Boys que ha quedado para la historia como uno de los mejores libros sobre pop jamás escritos. Esta edición corregida y aumentada por su autor se edita por fin en nuestro país de la mano de la editorial Contra. Ideal para sumergirse en verano en la música de los que a buen seguro son uno de los mejores tándems de compositores de la historia. Para comprar la novela clica en su imagen.
Apartándose convenientemente de su pretérita y célebre versión cinematográfica a cargo de Edgar Neville, David Lorenzo que, por cierto, además de autor de tebeos es también músico y muy bueno (Stupid Baboons, Imposibles, Jíbaros), adapta la novela original en la que Emilio Carrere retrataba desde una perspectiva gótico-satírica el Madrid del siglo XIX. Con una estética y un ritmo muy apropiados, Lorenzo impone su marca de forma respetuosa con el original y elabora uno de esos cómics que se leen en un suspiro y le dejan a uno jadeando. Para comprar el cómic...
La misteriosa banda de Argamasilla de Alba, que siempre se presenta ataviada con máscaras de cerdo y ropajes extraños, no es menos misteriosa en las surrealistas nebulosas que organiza con vídeo y música. Todo un dechado de texturas tan vanguardistas como divertidas y hasta hilarantes, que en esta tonada-vídeo de título tan fenomenal además se emplean a fondo en hacer el gamberro con la imagen de dos grandes iconos de la copla valenciana: el Titi y Rosita Amores. No hace falta decirte qué tienes que hacer para disfrutar del vídeo, ¿certo?
Por favor, ya está bien de llamarlo “el Woodstock negro”!! No se me ocurre algo más simplista, irrespetuoso y estúpido para calificar a lo que fue sin duda uno de los mayores acontecimientos musicales de la era dorada del soul y a la par, de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos de un país que se empeñaba en ningunearles casi tanto como ahora, que las cosas no es que hayan mejorado mucho. Questlove (batería y líder de The Roots, así como reconocido erudito musical) se encarga de contar esta vibrante historia a través de esta película documental que deja ojiplático y cuya aparición en cines es sin duda uno de los acontecimientos de la temporada. Para gozar de la película ve al cine a verla.
Ya saben que en Rock’n’Cloud nos gusta amenizarles (que no amenazarles) la vida, por eso nos hemos currado este vitamínico y placentero paquete de canciones de variopinto estilo, pero con el denominador común de que todas encierran en sí un pequeño verano y escuchadas del tirón pueden refrescar hasta el día más caluroso y por supuesto amenizar vermuteos, tardeos, nocheos o como puñetas se le llame ahora a disfrutar como un enano mientras a unx le dejen y tenga tiempo para ello. Para disfrutar de la playlist ya sabes, clica en el Gin Tonic.
Feliz Veranito!!! Hasta Septiembre!!!